El Nacimiento es la representación plástica de la Natividad de Jesús

los nacimientos (reflexiones)
La palabra Navidad es una abreviatura de Natividad proveniente de la voz latina nativitas, que significa nacimiento. Es por ello que se aplica este nombre a la fiesta cristiana del 25 de diciembre, en que se celebra el nacimiento del Niño Jesús. Esta celebración se remonta a los primeros años de la iglesia cristiana, cuando el Papa Telésforo la instituyó en el siglo II. En esa época se celebraron las primeras ceremonias religiosas, en las que la iglesia utilizó el género teatral para persuadir a la gente sobre las bondades de su religión.

El Nacimiento es la representación plástica de la Natividad de Jesús. En los Evangelios Canónicos se narra con sobriedad la adoración al Niño Jesús por los pastores y por los Reyes Magos, en cambio en los llamados Evangelios Apócrifos se relata con mayor detalle el mismo episodio, motivo por el cual estos últimos fueron los más consultados por los artistas en busca de inspiración para crear sus obras.

La idea del Nacimiento se consolidó como tradición en el arte de toda Italia, siendo durante el Trescientos (siglo XIV), que se multiplicó la escena de la Natividad, habiéndose afianzado su popularidad en la segunda mitad del Cuatrocientos (siglo XV). En la Catedral de Volterra, un Nacimiento de grandes figuras era ya común. En Toscana el número de Nacimientos monumentales fue muy grande y es posible que desde ahí se propagaran al reino de Nápoles, en donde el Rey Carlos III fundó talleres decerámica destacando el de Capodimonte, en donde se dice que el propio Rey aconsejaba y dirigía a los artesanos. En este taller encargó figuras para su pesebre, que instaló en una habitación del Palacio Real, lo que dio inicio a una de las más conocidas tradiciones navideñas. El Nacimiento fue todo un acontecimiento, lo visitaban ricos y pobres, nobles y plebeyos, con un poco de fervor religioso, por gusto o por curiosidad. Luego los Nacimientos invadieron las mansiones napolitanas, con figuras fastuosas, vestidas de seda y adornadas con pedrería inclusive con oro y plata. Y finalmente llegaron con más sencillez pero quizás con mayor autenticidad, hasta los modestos estratos sociales.

La costumbre de colocar Nacimientos se extendió a partir del Renacimiento hacia otros países europeos. Por lo que respecta al continente americano, es lógico entender que con la evangelización llegaron a estas tierras las recreaciones del acto de fe navideño en diversos materiales. Las religiosas franciscanas elaboraban bellísimos Nacimientos, especialmente con Niños Jesús de cera, hermosas piezas escultóricas que permanecían en exhibición durante un año. Los artesanos mexicanos asimilaron rápidamente las técnicas artísticas traídas de Europa, de manera que las maderas estofadas y policromadas fueron comunes en los Nacimientos mexicanos de la Colonia. Al paso del tiempo, las figuras se hacían con ropa más elaborada, que procedía de conventos y casas particulares. Las caras, pies y manos eran generalmente de cera o barro, luego el Nacimiento se modificó hasta llegar a ser una abigarrada mezcla de estilos y motivos en los que aparece el portal rodeado de magueyes, guajolotes, pastores y tipos populares del México romántico del siglo XIX: el carbonero, el cazador, la tamalera, etc., hechos de barro, cera, madera, de fibras vegetales, hojalata, trapo y de todo material que corresponde a las ramas artesanales del país.

Se cuenta que el mismo Rey Carlos III promovió la difusión de los Nacimientos en la Península Ibérica. Al viajar de Italia a España llevó consigo el gusto por la representación sagrada y pronto encargó a varios artistas valencianos un Nacimiento para su hijo, el futuro Rey Carlos IV, que causó gran asombro entre la nobleza peninsular, repitiéndose la historia de Nápoles. Así proliferó la producción de Nacimientos, algunos de los cuales todavía se conservan en Museos españoles.

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