Los Hijos se van a la universidad.

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Los Hijos se van a la universidad

Los Hijos se van a la universidad.

El día que lo acompañamos a mi hija a la universidad no percibí ninguna emoción en ella. Pienso que estaba contenta de irse de casa y de librarse de las reglas “estúpidas” de conducta y horarios. Pero cuando salíamos con el auto, noté que no miraba hacia la casa. Nuestra/su adorada mascota “Lobo” la miraba desde la ventana, y me di cuenta de que sí estaba conmovida por irse de casa. La escena de mujer fuerte era solo una fachada que escondía lo que en verdad estaba sintiendo.

En cuanto llegamos a la universidad, hice todas las cosas típicas de una “mamá”: vi su habitacion, le ayude a acomodar sus cosas, revisé que no le faltara nada e intenté estar alegre. Llegó el momento de irnos, y las lágrimas brotaron cuando me acercaba al auto. Mientras mi esposo y yo subíamos a nuestros vehículos, ambos miramos hacia la habitación de nuestra hija. Allí estaba, parado en el porche hablando con un par de muchachas. Mi esposo y yo nos miramos. Mi hija iba a estar bien.

En los días posteriores, no pude evitar preguntarme cómo le estaría yendo. Me sentí aliviada cuando noté que no había llamado la primera noche; debe estar bien. Cuando la escena se repitió al día siguiente, me sentí feliz; pasó todo un día…eso era muy bueno. Al ver que tampoco llamó el segundo día, me sentí satisfecha; debe estar ocupada preparándose para el primer día de clases. Tampoco hubo llamada el tercer día, y me seguí diciendo que todo estaba bien; debe estar pasándola bien. Cuando transcurrió el cuarto día sin llamadas, le dije a mi esposo que era evidente que nuestra hija se estaba DIVIRTIENDO demasiado y que iba a llamarla. Mi esposo me detuvo. Finalmente, la llamada llegó el día 5. Se le escuchaba feliz, parecía que se estaba adaptando, había hecho amigas y estaba lista para comenzar las clases. Nunca le dije que estuve a punto de ir hasta allí y recriminarle unas cuantas cosas.

Separarnos de nuestros hijos no es nada fácil. Pero es un paso indispensable que todos los padres debemos dar. Para nosotros, es un voto de confianza en el que esperamos que todas las lecciones enseñadas lo ayuden a tomar buenas decisiones, a resolver problemas y a desarrollar una independencia responsable. Si permanecemos alrededor, y seguimos tomando decisiones por ellos e interviniendo cada vez que surge un problema, estamos reconociendo que no hicimos un buen trabajo como padres Y les estamos diciendo a nuestros hijos que no confiamos lo suficiente en ellos como para que se arreglen por sí solos y se hagan cargo de su flamante independencia. Así es como yo lo atravesé. Quizá puede ayudarte.

Los Hijos se van a la universidad.

NO resuelvas sus problemas. Mi primer consejo para los padres es este: cuando te llamen (lo harán) y te digan que tienen un problema, pregúntales lo siguiente: “¿Qué vas a hacer al respecto?”. Esa simple pregunta transmite que crees en la capacidad de tu hijo para encontrar una solución acertada al problema que lo aqueja. Y hay que admitirlo, si no tienen la madurez suficiente, no deberían estar en la universidad. Mientras consideran sus opciones para resolver el problema, tú puedes escuchar y hacer preguntas que los oriente: “Si haces eso, ¿crees que esa solución tendrá alguna consecuencia negativa? ¿Cuáles son los pros y los contras de esa solución? ¿Cuál crees que será la solución con mejores resultados para ti?”. La idea principal aquí es: NO resuelvas el problema por ellos. Necesitan creer (y tú también) que tienen la capacidad suficiente para solucionar sus problemas.

No llames a la escuela. Segundo consejo: a menos que estés llamando por el pago de la matrícula, NO llames a la universidad ni a los profesores. Otra vez, si hay algún problema con una clase o con la habitación o con un compañero de habitación, es tu hijo quien debe resolverlo. ¿Cómo se verían si mami o papi aparecen en escena? No solo es humillante, sino que también tu estudiante de primer año de la universidad queda como un bebé. Además, de acuerdo con FERPA, la universidad no hablará contigo porque tu hijo ya es mayor de edad y ahora es legalmente responsable por su historial y temas académicos. Y eso significa que no recibirás una copia de sus calificaciones a menos que tu hijo especifique que deberías recibirla. No sé si es del todo justo que la universidad me contacte por el pago de la matrícula, pero no lo haga para enviarme una copia de las calificaciones de mi hijo…de algún modo eso no parece muy correcto. Pero así es cómo funciona. Al día de hoy, no tengo idea cuáles fueron las calificaciones o los promedios de mi hija. Pero todo terminó bien…tiene trabajo y no me pide dinero…ni quiere volver a casa.

Dale su espacio. Tercer consejo: no lo visites con frecuencia ni le insistas para que vaya seguido a casa. Es fundamental que los jóvenes encuentren su lugar en el campus. Necesitan crear una vida allí…una vida que no incluya ni a mamá ni a papá. Nunca me voy a olvidar del día en el que mi hija me dijo que no quería que mi esposo y yo fuéramos sin llamar antes. Me dieron muchas ganas de reír. Debe haber pensado que yo no tenía vida. Le aseguré (en serio) que jamás haría eso. Y no lo hice. Adivinen qué pasó. ME llamó y me preguntó si podía venir a visitarnos. Luego descubrí que se había quedado sin comida o que necesitaba algo; me parecía muy gracioso. Honestamente, me encantaba ir a visitarla cuando me lo pedía, quería llenar sus alacenas y que no le faltara nada. Me acuerdo de lo que significaba para mí cuando yo estudiaba, y sigue siendo así. Me valoraba más por no visitarla continuamente, y estaba muy agradecida por cualquier cosa que le llevara. Era bueno para ambas.

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